WOLFMOTHER: sicodélica arte visual al compás
Wolfmother es una de esas bandas que nos llevan a sentir los inicios del rock, música con sabor a pasado y mixturas del presente. Entornos que nos pasean por las praderas de un lobo que se introduce en un mundo místico, lejano, pero a la vez cercano como lo son lo años 70’s. Es que estos tres australianos tienen una superficie bastante similar a otras agrupaciones que están en la onda de rememorar las raíces del rock, pero Wolfmother tiene un fondo mucho más dulce y sobrecogedor.
Las mentes de Myles Heskett en la batería, Chris Ross en el bajo y Andrew Stockdale en la guitarra y voces, se fusionan en un armaje de delicadas melodías, riffs elegantes y jams alocadas, que con un toque de teclado crean la atmósfera sicodélica que inunda la escena de aires con olor a naftalina, pero de esa nueva, que aún no entra al ropero. Sin embargo, la música no lo es todo, Wolfmother tiene un concepto que se arrima a los antiguos estudios gráficos de Myles, el aporte digital de Chris y el toque fotográfico que entrega Andrew, todos aspectos que se entrelazan con las líricas, vestimenta y concepto de grupo que los hace mucho más que sólo hits y que la rebeldía de tres jóvenes subversivos.
Es un estilo que se compara al cinematográfico, pero al de décadas pasadas, donde los hambrientos efectos especiales no tenían la posibilidad de comerse la sensibilidad de una cámara bien cuidada. Pues, aquí, Wolfmother acomoda sus lentes y pulsos para introducirlos en el compás, acercamientos y primeros planos que dan paso a musicales planos generales, donde la mimesis es nula y lo extradiegético empapa el sonido teórico minimalista, pero que llena espacios con detalles armoniosos, nostálgicos y muy bien logrados.
La agudeza estilística de este trío los llevó a sacar, a fines de 2004, su primer EP independiente “Wolfmother”, producción que da el puntapié para el homónimo disco debut, grabado en Los Angeles en mayo del año pasado y que aparece en el lugar #25 del Reino Unido. Todo un logro para una banda que se declara admiradora de Black Sabbath, Led Zeppelin y Deep Purple, pero que también logra melodías cercanas a la excelencia y sicodelia de The Doors. Asimismo, y hecho para destacar, los australianos logran el sueño de profetizar en su propia tierra, pues esta placa debutó en el lugar número #3 en los rankings de su país, además de ganar el premio al “Álbum del Año” según la cadena de radio alternativa Triple J y disco de platino.
Es la naciente historia de una agrupación compuesta por tres jóvenes que no reniegan el pasado de todo rockero, personajes que no olvidan que tras todo gran avance existe una historia de la cual aprender. Son aquellos músicos sabios de décadas pretéritas los que guían a este conjunto que acapara la atención de medios no tan sólo australianos, sino que de todo el mundo. Es la frescura de esos veteranos lobos salvajes que se unen para apadrinar a estos cachorros que crecen con la impetuosidad obligada de todo retoño libre de correr con estilo y velocidad propia.
Las mentes de Myles Heskett en la batería, Chris Ross en el bajo y Andrew Stockdale en la guitarra y voces, se fusionan en un armaje de delicadas melodías, riffs elegantes y jams alocadas, que con un toque de teclado crean la atmósfera sicodélica que inunda la escena de aires con olor a naftalina, pero de esa nueva, que aún no entra al ropero. Sin embargo, la música no lo es todo, Wolfmother tiene un concepto que se arrima a los antiguos estudios gráficos de Myles, el aporte digital de Chris y el toque fotográfico que entrega Andrew, todos aspectos que se entrelazan con las líricas, vestimenta y concepto de grupo que los hace mucho más que sólo hits y que la rebeldía de tres jóvenes subversivos.
Es un estilo que se compara al cinematográfico, pero al de décadas pasadas, donde los hambrientos efectos especiales no tenían la posibilidad de comerse la sensibilidad de una cámara bien cuidada. Pues, aquí, Wolfmother acomoda sus lentes y pulsos para introducirlos en el compás, acercamientos y primeros planos que dan paso a musicales planos generales, donde la mimesis es nula y lo extradiegético empapa el sonido teórico minimalista, pero que llena espacios con detalles armoniosos, nostálgicos y muy bien logrados.
La agudeza estilística de este trío los llevó a sacar, a fines de 2004, su primer EP independiente “Wolfmother”, producción que da el puntapié para el homónimo disco debut, grabado en Los Angeles en mayo del año pasado y que aparece en el lugar #25 del Reino Unido. Todo un logro para una banda que se declara admiradora de Black Sabbath, Led Zeppelin y Deep Purple, pero que también logra melodías cercanas a la excelencia y sicodelia de The Doors. Asimismo, y hecho para destacar, los australianos logran el sueño de profetizar en su propia tierra, pues esta placa debutó en el lugar número #3 en los rankings de su país, además de ganar el premio al “Álbum del Año” según la cadena de radio alternativa Triple J y disco de platino.
Es la naciente historia de una agrupación compuesta por tres jóvenes que no reniegan el pasado de todo rockero, personajes que no olvidan que tras todo gran avance existe una historia de la cual aprender. Son aquellos músicos sabios de décadas pretéritas los que guían a este conjunto que acapara la atención de medios no tan sólo australianos, sino que de todo el mundo. Es la frescura de esos veteranos lobos salvajes que se unen para apadrinar a estos cachorros que crecen con la impetuosidad obligada de todo retoño libre de correr con estilo y velocidad propia.
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